sábado, 18 de noviembre de 2017

Crónica de los Grandes Robots


GUNBUSTER, Gainax 1988

A continuación, trataremos de explicar el por qué a los japoneses les atrae tanto el tema de los robots gigantes. Esa cultura por la tecnología, que evidentemente pone en comparación histórica una nueva revolución industrial “ficticia” a mayores escalas, tal y como sucedió con la invención de la locomotora o el barco a vapor en nuestra sociedad; según la visión japonesa, esa nueva revolución tiene como protagonista a “el mecha”. La robótica es el futuro, y en la actualidad vemos como eventualmente esas ideas literarias se van haciendo realidad, como en el caso del robot Asimo de Honda y el primer mecha, el Kuratas, ambos de fabricación japonesa.

En el anime, robot o mecha se refiere generalmente a un vehículo humanoide mecanizado de enormes dimensiones (también los hay pequeños), que ha sido construido dependiendo de las necesidades de la sociedad, así como de acuerdo al tiempo y el espacio. El típico mecha está enmarcado como una unidad de desplazamiento, combate y sustituto de labores; estas dos últimas utilidades son las que vemos generalmente en la animación japonesa, basándose en el ideal  futurista en el que la construcción de máquinas de gran tamaño puede ser posible, y que estas a su vez pueden ser tripuladas y maniobradas de tal forma que cumplan con la especificaciones de su fabricación.

El término “mecha”(meka), proveniente de la palabra inglesa  ”mechanical”, resultó de su abreviación para referirse a unidades robóticas que venían apareciendo frecuentemente en el entretenimiento visual japonés (mangas, videojuegos, anime); así, el “mecha”, a parte de funcionar bien para la pronunciación, tenía una asociación directa con respecto a los robots, ya que estos parten de una función mecánica. Sin embargo, el término “mecha” cobró su importancia tangible a finales de los años 70 después de los trabajos de Go Nagai (Mazinger Z, Getter Robo). A pesar de ésto, para los japoneses, la palabra “robot” (roboto), parece ser la más adecuada para usar comúnmente, es decir, para referirse a todo aquello que puede ser considerado un robot en la vida real.

En la animación japonesa, el mecha representa hasta donde el potencial bélico de la humanidad (en este caso Japón) pudiera llegar. Estos trasfondos concuerdan en parte con la participación de Japón en las constantes guerras del siglo XX, que al final concluían de una forma adversa para el país, estigma que de alguna u otra manera convirtió a Japón en el modelo más cercano del mundo después de un holocausto, aspecto directamente reflejado en la generación que vivió su niñez en la post-guerra, siendo estos los que durante la época de los 60′s y 70′s nos trajeron historias en la que el mecha (casi siempre japonés), llega en el momento crucial, como un héroe que acabará con la ostigación de todo un pueblo, un país, el mundo entero y hasta del universo. La palabra con el tiempo se convirtió en un sub-género que hizo famoso al anime fuera de Japón y planteó un nuevo horizonte en la animación a nivel mundial; en definitivas, llegó a suponer íntegramente y durante mucho tiempo, sin monopolizarlo, el producto comercial animado proveniente de ese país.

El mecha proponía en principio la evolución de una era, en medio de la reposición de Japón después de una gran guerra, maravillado por la tecnología y los avances científicos, enfocó su visión en las posibilidades de que el país llegara a tales niveles.

La historia de la animación japonesa es casi tan antigua como la que conocemos a nivel mundial (comienzo de los 1900′s). Pero el robot gigante como tal, llega por primera vez al anime en 1963 de la mano del extinto estudio Tele Cartoon Japan (actual Eiken) con Tetsujin 28-gō (Gigantor/Iron Man 28). Tetsujin, basado en el manga de 1954 de Mitsuteru Yokoyama, fue el primero de todos los robots gigantes, el precursor de la temática que nos ocupa;  sin embargo, su ingeniería dista mucho de lo que conoceríamos mas de una década después. El gigante de hierro de Yokoyama era maniobrado a través de un control remoto por un chico llamado Shotaro (正太郎), protagonista de la serie, cuyo nombre mas adelante derivaría en lo que conocemos como “Shotacon (ショタコン)”, término que hace referencia a las historias protagonizadas por chicos adolescentes (o pre-adolescentes) con habilidades y actitudes propias de los adultos, propiamente, capaz de salvar al mundo.

A partir de los años 7o’s, compañías como Tatsunoko, Toei Animation y Sunrise, marcaron el paso para lo que sería oficialmente la era del mecha, los super robots; pero este periodo no llegaría sólo, sino acompañado de la Opera Espacial, otro sub género centrado en batallas galácticas que tiene como principal medio de confrontación el espacio exterior y el uso de naves  (Gundam, Capitán Harlock, Macross, Legend of Galactic Heroes). Esto diversificó la trama futurista, y tanto la Opera Espacial como el “género” mecha compartían aspectos singulares en su estructura argumental. Enormes máquinas, invasiones extraterrestres, lucha por el planeta Tierra y la capacidad de dominar la tecnología a disposición de la humanidad.

En el anime, el éxito del robot gigante evidentemente no estaba ligado a su control de forma remota, el planteamiento tenía que trascender mucho mas, y convertir al mecha en uno con el hombre, el pacto que vincula toda responsabilidad de errores que puedan determinar el destino tanto de la máquina como de su dueño de manera justa y equivalente. Ese afán comenzó con el dominio del mecanismo por medio de un piloto que controlaba desde el interior una serie de palancas y botones para hacer funcionar a tal artefacto. Mazinger Z (1973) sin duda describe esa esencia rudimentaria de lo que significa mover a un robot, y la introducción del famoso grito de acción ante la ejecución de algún ataque. Go Nagai, creador del manga de Mazinger, considerado el padre del género, impulsó este concepto del robot pilotado y mas adelante el robot transformable (Groizer X,  Getter Robo, Voltron) abarcando así mayores posibilidades que explotaban casi al máximo el tema, sin embargo; sus creaciones contenían cierta naturaleza mística (orígenes desconocidos), aspecto que mas adelante rompería la serie de Yoshiyuki Tomino, Gundam (1979).

MAZINGER Z, Toei Animation 1972

A diferencia de Mazinger, los robots de Gundam, con sus bases políticas y científicas, sustentaban de una forma más coherente su existencia, cómo fueron creados y de dónde provenían; pretendía imponer una nueva visión de la relación humano-mecha, ya que concentraba mayor peso en los sentimientos de los personajes que en las capacidades de los robots.

En principio, el género mecha propuso aún mas que cualquier otro, esa idea del héroe adolescente que salva al mundo; algo que para occidente resultaba contrario desde la perspectiva socio-cultural, incluso determinando que con esto trataban de ocultar vacíos en su contenido. Precisamente esa característica atípica fue lo que convirtió a el anime en un fenómeno cultural, y así comenzó la era del japanimation, cuyo representante más importante sería el mecha; esta amalgama fue concebida desde que la animación proveniente de Japón propulsó su comercialización en los Estados Unidos, y como se le conocía inicialmente al anime en occidente.

Durante la década de los 80, la fisonomía del robot gigante comenzó a tomar diversos aspectos y aptitudes según iba evolucionando la manera de crear historias. Tomino siguió con Ideon (1980), y se consagró como un director que patentaba su estilo; esta serie, según muchos, forjó básicamente las ideas de Hideaki Anno para lo que después sería Evangelion; en esa primera mitad de los 80′s, Ryosuke Takahashi experimentaba con las historias en las que ponía en escena un gran número de mechas a modo de legión, Armored Trooper VOTOMS (1983), el mecha utilizado de manera militar, fehaciente muestra de recuerdos bélicos de un imperio; ese mismo año Yoshiyuki Tomino y Hajime Yatate lanzan Aura Battler Dunbine, una muestra mas de la evidente diversificación estructural de los mechas, estos con una apariencia de insectos coleópteros.

La década del 80 nos trajo a Daicon (1981) y sus mechas creados por Kazutaka Miyatake, animación amateur de los que luego fundarían Gainax (1984), “Mahiro Maeda, Norifumi Kiyozumi, Yoshiyuki Sadamoto y Hideaki Anno” cortometraje dividido en 2 partes que nos mostraba una visión de la cultura “otaku” de la época; luego llegaría Gunbuster (1988), la primera obra maestra de Gainax. Es la época del robot fusionable y transformable, una evolución que pretendía diversificar la imagen del mecha para adaptarlo a diversas situaciones, incluso para hacerlo más amigable a un mundo en donde eventualmente padecía de limitaciones en cuanto a su forma y tamaño, pero sin perder su constitución antropomórfica que revela su origen y creador, el ser humano. Aparecen las series emblemáticas como Macross, Voltron, Orguss y otras muy buenas pero no tan populares como Dolbuck (1984) y Dangaioh (OVA 1987).


Mientras que Yokoyama y Nagai nos presentaron durante los 60′s y 70′s robots con una estructura redondeada, incluso cómica, ya para finales de esa década y en los 80′s, la forma del mecha comenzaba a ser más angulosa (líneas rectas, terminaciones en punta), tal y como sucedida en la realidad con los automóviles y otros artefactos de la vida cotidiana. Por su parte, en los 90, comenzó a bajar la intensidad de producciones acerca del tema robótico, hasta que la serie Evangelion (1995) catapultó nuevamente el género, a pesar de que los EVA, los “mechas” de esta serie, se originaron a partir de una manipulación biológica. Ya la idea principal de la que bebían series que fundaron un culto y una identidad, comenzaba a radicalizarse, no sólo con Evangelion, sino con otras como Neo Ranga (1998),  y a principio de la década del 2,000 con Raxhephon (2002), las cuales volvían a poner al mecha en una situación de origen desconocido, pero con una trama mejor sostenida y compleja.

En casi todas las series de mecha está en juego la continuidad de la raza humana, el bienestar del mundo y un trasfondo que nos remite a la comparación entre lo insignificante que es el hombre y la magnificencia de su creación, casi como su alter-ego, todopoderoso, un dios, la reivindicación de su orgullo de una manera maximizada que evoca todo el coraje y hasta la resolución de una humanidad con sed de justa venganza.

El mecha ha quedado en la mente del público consumidor de la industria anime como el testimonio de un lapso abierto a nuevas maneras de pensar, una explosión que hizo imaginar a sus creadores acerca de las posibles consecuencias del uso responsable o sin medida de la ciencia y tecnología, la cual en ese marco fantástico, nos da las respuestas a nuestro mundo dependiente de muchas cosas; el comportamiento y entendimiento de la sociedad moderna, sus miedos, errores y virtudes, un paradigma de mundos caóticos en los que el ser humano por si sólo no puede mediar ante la posibilidad de su extinción.