Erotismo, monstruos y mechas, son los elementos que abarcan la vertiente de la que bebe uno de los grandes mangakas de todos los tiempos, Go Nagai.
Nagai destaca entre otros autores por su estilo, que en su tiempo causó gran controversia por lo marcado del desarrollo explicito en cuanto a la exhibición de la violencia y connotaciones sexuales más que cualquier otro determinante en su obra. Fue uno de los primeros en llevar situaciones comunes a evolucionar en lo crudo y a veces censurable en relación a temas que en su momento eran considerados tabú, sobre todo en occidente, y algunos que quizás aún lo sean hoy en día.
El Dios Demonio del Manga, como se le ha llamado en reiteradas ocasiones, nos lleva a un mundo retorcido, ecléctico y perturbado, un calificativo en razón a la recurrencia de elementos del reino de los infiernos en muchas de sus entregas, que llegaron complementar una colección de personajes tanto pintorezcos como espantosos; el anti-héroe (Devilman), un primer exponente del fanservice y ecchi (Kekko Kamen), la innovadora incursión de la chica que lucha por la justicia (Cutey Honey) y el nacimiento del robot pilotado (Mazinger Z).
Nagai fue más allá de los patrones de la época, y fundó los pilares que sostienen la narrativa moderna en los géneros en los que se consagró como maestro; su visión del mundo puede parecer a veces aterradora y caótica, no solo en su verso, sino en su grafismo duro y para muchos estrafalario, pero esa peculiaridad le permitió ser uno de los primeros mangakas en publicar su trabajo en la entonces nueva revista Shonen Jump para posteriormente cambiar definitivamente el concepto del manga conocido hasta esa época, creando lo que pudo haber sido el manga más influyente de finales de los 60’s, Harenchi Gakuen (La Escuela sin Pudor), considerado en cierta forma el precursor del género Hentai.
Harenchi Gakuen (1968) |
La polémica siempre fue parte de su vida como artista, y eso a corto plazo llegó a formar su visión de lo que quería fuera su carta de presentación de allí en adelante, “el manga de robots”. Mazinger (1972) fue el primer robot pilotado de la historia, es junto a Devilman (1972) uno de los mangas más populares del autor; sin embargo, mientras Mazinger está dirigido a un público infantil (hasta ciertos episodios), Devilman desborda lo más impúdico del repertorio de Nagai. Ese nudismo y a veces depravación se ve reflejado de manera habitual en sus siguientes entregas, más el autor afirma que esa violencia y erotismo no son gratuitos ni incidentales, y aunque Mazinger consiguió mayor popularidad, Devilman la considera su obra maestra; por supuesto, muchos coincidirán con esa refrenda, más aun tratándose de una obra de culto. Así como explora el terror de una manera sádica, también lo hace con la violencia sin escatimar en reglas ni en éticas morales, cómo es el caso de Violence Jack (1973) y su gore exacerbado y trepidante, el cual incluso llega a tener en su trasfondo relación con Devilman y que en el transcurrir de la serie se nos van dando pistas a modo de cameos desarrollados en medio de una nueva corriente, el erotic grotesque.
El por qué Nagai pondera a Devilman como su magnum opus, y luego se vuelca al género posteriormente conocido como Mecha podría tener su razón mientras avanza su carrera. Antes de Mazinger, Nagai contaba con una serie de trabajos sin un estilo determinado, pero con ciertos ingredientes que daban indicio de lo que presentaría a futuro, un momento de su joven carrera influenciado por autores como Mitsuteru Yokoyama y Osamu Tezuka, cada uno de ellos con una obra representativa en su haber sobre el tema del robot, Tetsujin y Astroboy respectivamente, dos de los más insignes prototipos robóticos de la animación japonesa. De allí, y a razón de no perder ninguna perspectiva acuñada, vemos como Nagai con el tiempo fue acondicionando sus mangas y cada entrega en una amalgama de patrones propios de su estilo, mas que todo en sus mangas de robots, en donde vemos el concepto primordial del robot gigante, con elementos de por si demoníacos, como en el caso de Kotetsu Jeeg (El Vengador) y el mismo Mazinger Z.
La decisión de haber tomado como estandarte las historias de robots, con el tiempo le iba a representar de alguna manera un inconveniente, el avance de la tecnología. La idea de tener su propio robot surgió en un tranque vehicular, una anécdota ya conocida por muchos; su imaginación en aquel tiempo innovadora, actualmente destaca por lo rudimentario, y lógicamente, lo que en los años 70 pretendía ser moderno, actualmente resulta obsoleto. Si repasamos los primeros episodios de Mazinger Z podemos comprobar una vez más que para Koji Kabuto, controlar aquel armatoste es prácticamente lo mismo que manejar un viejo tractor, de manera que con el pasar de los años, y en las nuevas ediciones, había que renovar el contexto, era algo que tenía que considerar Dynamic Planning, la compañía que fundó en 1974 en la visión de no ser victima de la censura nunca mas, y donde comienza realmente su relación profesional con Ken Ishikawa, su amigo y aliado con quien compartía la esencia de un estilo de dibujo y una de sus mejores historias en su temática primordial, Getter Robo.
El Mecha
El término cogió auge después de que la animación japonesa produjera efecto en la sociedad occidental como una afición, sin embargo Nagai ya habría recorrido un buen tramo como para ser considerado el padre de éste género; aun cuando Mitsuteru Yokoyama introdujo el primer robot gigante (Tetsujin), Nagai lo evolucionó, y surgió la abnegación emocional de “uno con el robot” que permanece hoy como el componente fundamental de este tipo de historias. La aparición del mecha por supuesto siempre estará ligado a un tiempo futuro, no obstante en la obra del autor se puede encontrar algún vestigio de elementos que bien pudieran no estar en el tiempo y el espacio correspondiente; es decir, que mientras la tecnología avanza como para poder construir estas enormes máquinas, otros aspectos de la vida cotidiana parecen haberse quedado en el pasado, autos, barcos, medios de telecomunicaciones; es algo que en el momento en que se concibieron mangas como Mazinger, quedaban fuera de la imaginación y más bien complementaba una especie de sueño tecnológico, el robot en sí, con lo que en ese entonces existía. El mecha llega a representar un símbolo de progreso y solución definitiva e inmediata a una serie de adversidades que sufre la humanidad.
Erotismo
Puede que no exista algún motivo específico que haya impulsado a Nagai a crear historias eróticas, no podríamos especular si se trata de algo íntimo o un simple deseo de combinar el humor negro con la vergüenza del desnudo en público o la exhibición de este sin tabúes ni ataduras. Cabe aclarar que en la obra de Nagai no hay una fijación sexual explicita que llegue a lo completamente pornográfico, pero si a escenas de humillación y los clásicos personajes andróginos que han trascendido a través de diferentes autores y abierto el compás para nuevas expresiones literarias, muchas de las cuales podrían resultar subjetiva y moralmente cuestionables.
Monstruos y demonios
Su ánimo de escudriñar en la demonología en primera instancia con Mao Dante llegó a desencadenar al más emblemático de sus demonios, Devilman. Nagai experimentó a rienda suelta la posibilidad de tergiversar conceptos del mundo espiritual que en el fondo se mezclan y perpetúan la discusión milenaria entre la corrupción y la supuesta santidad de algunos seres humanos. Esa capacidad de representar entidades demoniacas a niveles brutales vinculadas con la humanidad, apunta a la idea de una comunión inalienable entre hombre y demonio como causa y efecto de una misma ecuación.
Conclusiones
La primera vez que me encontré con la obra de Nagai siempre tuve la impresión de que todos sus personajes parecían malvados, ese estilo que puede rayar muchas veces en lo salvaje, en estos momentos distingue su trabajo como uno de los más sobresalientes en su arte, que a pesar de no ser digerible para cualquier lector, constituye el progreso del manga a un mercado libre y sin límites que no depende de patrones impuestos por caprichos costumbristas de editoriales o del típico amante de las historietas. Es una experiencia de contornos fulminantes y exagerados que dan carácter a su mundo plagado de una naturaleza bestial y un aparente morbo subjetivo que podrá ser interpretado de diversas maneras según quien se encuentre con su antología.
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